Las leyendas representan uno de los patrimonios más valiosos de nuestra cultura oral. Son historias que han ido de generación en generación, combinando magistralmente elementos reales con otros que son fantasiosos y que las hacen singulares. Como los mitos que nos transportan a épocas pasadas y a divinidades, las leyendas transitan sobre escenarios cercanos y concretos: quizás el pueblo de la montaña o las casas abandonadas del centro de la antigua urbe.

El corazón de toda leyenda late con fuerza a partir de sus personajes: héroes memorables, seres fantásticos u acontecimientos fantásticos que han marcado la memoria colectiva. Estas historias no sólo nos divierten; al mismo tiempo, nos ayudan a entender la conformación de ciertas tradiciones, que explican algún fenómeno natural o bien aquellas que cuentan lo que había ocurrido en el pasado de los lugares emblemáticos, que, a pesar de relatar lugares fantásticos, que relatan lugares ordinarios, siempre dejan la opción de que esto realmente ocurrió y esto es lo que hace que las leyendas tengan tal poder seductor.

Pero lo más atractivo de las leyendas es que son narraciones que van cambiando, que se transforman con el paso del tiempo. Cada narración se convierte en un organismo vivo Estas han conservado una huella especial de cada una de las regiones, sus narradores, y los períodos, generando ricos en matices y tipos de enfoques y perspectivas que enriquecen nuestro patrimonio cultural.

Pero, además, las leyendas cumplen una función importante para la sociedad, guardan valores morales, advertencias ancestrales y conservan saberes tradicionales, que hacen de pegamento social, haciendo que nos sintamos parte de cada una de ellas. Por esto, muchas se han convertido en símbolo de un lugar, de un territorio, de un país. 

Veamos algunos ejemplos de leyendas tradicionales como “La Llorona”, “El Cuco”, “La Dama de Blanco” o “El Hombre del Saco”. ] Unas historias admitidas en la cultura popular que, se han sabido mantener vivas porque apelan a los aspectos más primitivos de la condición humana, nuestras experiencias más elementales, en alguna medida, nuestras creencias más profundas o bien las supersticiones que, por mucho que intentemos poner en cuestión, quedan bien definidas las huellas de su paso por nuestras formas de observar lo que nos rodea. 

La diferencia entre leyendas y mitos

Aunque las leyendas y los mitos son pilares fundamentales de nuestra narrativa tradicional, presentan diferencias fascinantes que vale la pena explorar. Estos dos géneros, aunque emparentados en su naturaleza narrativa, siguen caminos únicos en su forma de interpretar y transmitir la experiencia humana.

Los mitos son grandes narraciones universales que buscan descifrar los misterios más profundos de nuestra existencia. Son esas historias majestuosas que intentan explicar el origen del universo, el nacimiento de la humanidad o por qué el sol sale cada mañana. En sus relatos, dioses y fuerzas cósmicas mueven los hilos de la creación. 

Las leyendas, por su parte, mantienen los pies en la tierra nos hablan de ese castillo en ruinas, de aquella batalla histórica o de misteriosos sucesos que “dicen que ocurrieron” en lugares que podríamos visitar hoy mismo.

La cuestión de la veracidad marca otro punto crucial de distinción. Los mitos son verdades sagradas e inmutables que explican los fundamentos mismos de la existencia. Las leyendas se mueven por un campo más ambiguo: si bien aparecen comúnmente ligados a algún elemento de fantasía, siempre conservan la vinculación con la historia que, nos hace plantear donde comienza la ficción y acaba la verdad.

Las narrativas también dan cuenta de sus diferencias esenciales. Los mitos se apegan a estructuras narrativas más rígidas, en forma de documentos antiguos que es necesario preservar intactos, mientras que las leyendas muestran una sorprendente flexibilidad que se adaptan y evolucionan según quien las cuenta y según la región donde se narran.

En definitiva, los mitos tienden a elevarnos hacia el mundo celeste para comprender dónde se ubica nuestra existencia en el cosmos, mientras que las leyendas pretendan mantenernos bien sujetos de nuestra historia más inmediata, de nuestra tradición, así como de las gestas que, no obstante, nunca se realizaron como se cuentan pero que, al fin y al cabo, nos seducen y hacen parte de nuestra cultura. 

Tipos de leyendas

En el universo de las leyendas encontramos unas categorías muy diferentes para poder recoger las distintas experiencias humanas.

Las leyendas históricas nos acercan a aquellos acontecimientos de gran relevancia histórica, fusionando hechos reales, documentales, con la categoría dramática de cada momento. 

Las leyendas sobrenaturales indagan nuestros propios temores y nuestras propias fascinaciones por lo extraño, llenando en este caso la noche de fantasmas, de seres extraños, de situaciones inexplicables.

Las leyendas religiosas interconectan el milagro con la fe.

Las leyendas urbanas logran conectar nuestros miedos y preocupaciones ancestrales con los problemas contemporáneos. 

Las leyendas en los tiempos actuales.

Las leyendas han logrado sobrevivir a la ola digital han triunfado, han prosperado, han cambiado de maneras sorprendentes. 

Las redes sociales han acabado siendo las nuevas plazas de los pueblos, lugares donde las historias corren a la velocidad de un clic. En esos espacios, en las redes sociales o en los foros de la red, las leyendas han encontrado el terreno para volver a renacer y a vivir, expandiéndose y conquistando nuevos territorios con cada ‘share’, con cada palabra, al lado de cada nueva versión que alguien tiene el valor de contar. 

Ya no necesitamos sentarnos alrededor de unas hogueras; ahora son los smartphones que iluminan el rostro de los escuchantes, mientras que las leyendas corren de pantalla en pantalla o de meme en meme.

Los “Creepypasta”, los ‘rumores’ virales y las ‘Creepypasta’ de terror que circulan por la red son, como hemos apuntado, los herederos digitales de la antigua tradición de las leyendas. Asombra ver cómo estos relatos contemporáneos son una recreación del arsenal de las viejas leyendas, aunque sus monstruos se dibujen por medio de videojuegos malditos o en el interior de misteriosos archivos perdidos por la red.

La aceptada industria de entretenimiento ha comprendido que se puede extraer de este poder sin tiempo, la fuerza que tienen las leyendas reescribiéndolas, forklift, en películas, series, videojuegos, ‘podcast’ ahora transcritos con una mezcla de narrar e ilusiones. La forma moderna de hacerlo hace comprobar que, por mucho que avance la tecnología, nuestro primordial deseo por contar y escuchar historias extraordinarias sigue sólido. 

Conclusión

Esos relatos fascinantes que nos permiten acercarnos a las creencias, los temores y las tradiciones de aquellas culturas que han llegado hasta nosotros, a través del tiempo; la lectura de esas narraciones nos presenta gran parte de nuestra manera de dar sentido a la realidad, de dar sentido a su historia, de dar sentido a su identidad.

Las leyendas pueden mezclar lo real con lo ficticio, pero su verdadero valor reside en que son garante de las enseñanzas morales, de los relieves simbólicos, incluso pueden posibilitar una visión del mundo que va más allá de lo material y de lo factual. Mediante el estudio y el placer de leer leyendas vamos construyendo la historia propia y, por ende, empezamos la acercamos a la riqueza y a la diversidad de la herencia cultural de la humanidad.